deleitarse, regocijo

12 enero, 2008

CUENTO EN CUENCA

Érase una vez, en un lugar de Cuenca, cuyo nombre no recuerdo, un hombre viajero estaba sentado en un banco, para descansar. Aparecieron unos niños y niñas jugando, poco a poco se le acercaron a preguntarle por qué estaba ahí, de donde venía y hacia dónde iba, él les contestaba con aprecio. Dos madres venían y también se preocupaban por él, una de ellas regresó a su casa para venir con un bocadillo y una manzana para dárselo al viajero caminante, el lo agradeció y correspondió a la petición de una de las niñas con prometerle que regresaría. Se despidió de los niños y de las madres con gracias y hasta otra vez y continuó su camino hacia otro pueblo, por el que había preguntado a las madres.

Y, coloreen, colorado, este brevísimo cuento ha acabado y fueron felices y perdonaron a las perdices.

Otro día, más.

Juancarlos G. E.


No hay comentarios: